Especialidades


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La ansiedad forma parte de la condición humana y sirve para afrontar situaciones de peligro o riesgo. Sin embargo, cuando es demasiado intensa se convierte en una fuente de sufrimiento que es necesario controlar.

La ansiedad es un sentimiento normal de temor ante situaciones amenazantes o difíciles. Según la Sociedad Española de Psiquiatría, se estima que 1 de cada 10 personas sufre algún episodio de ansiedad en algún momento de su vida. La ansiedad por sí misma no es mala, ya que nos alerta y nos motiva para hacer frente a los peligros. Se convierte en un problema cuando los episodios de ansiedad son frecuentes, intensos y aparecen sin motivo aparente, limitando a la persona en su día a día.

La ansiedad se manifiesta con algunos de los siguientes síntomas:

  • Inquietud
  • Agitación
  • Temblor
  • Taquicardia
  • Sensación de ahogo a falta de aire
  • Sensación de mareo
  • Sudoración
  • Sequedad de boca
  • Nauseas o vómitos
  • Sensación de “nudo” en el estómago
  • Tensión muscular
  • Hormigueo
  • Dificultades de concentración, atención y memoria

La terapia cognitivo-conductual es especialmente útil para el tratamiento de los diferentes trastornos de ansiedad, porque enseña a la persona a :

  • Entender lo que le ocurre y cómo sus pensamientos contribuyen a mantener los síntomas.
  • Saber cómo modificar estos pensamientos.
  • Reducir o detener las conductas no deseadas asociadas con estos trastornos.
  • Enfrentar y tolerar gradualmente situaciones de temor, en un entorno controlado y seguro.

Tipos de Ansiedad:

Trastorno de ansiedad generalizada:

Se trata de una tensión crónica aun cuando nada parece provocarla. Esta preocupación o nerviosismo excesivo es casi diario y se diagnostica como tal cuando tiene una duración mínima de seis meses.

Trastorno de pánico (o ataque de angustia):

El paciente experimenta crisis recurrentes de angustia que surgen espontáneamente. Se trata de una ansiedad aguda y extrema en la que es frecuente que la persona que la padece crea que va a morir. Estos ataques repentinos de miedo intenso no tienen una causa directa. En ocasiones, los pacientes que sufren este trastorno desarrollan angustia a experimentar el próximo ataque, cuya ocurrencia no pueden prever, es la llamada ansiedad anticipatoria.

Trastorno fóbico:

Trastorno que tiene como rasgo esencial la presencia de un temor irracional y persistente ante un objeto específico, actividad o situación con la consecuente evitación del objeto temido. Por ejemplo, el miedo a volar, a los pájaros.

  • Agorafobia: Se caracteriza por la aparición de ansiedad o comportamiento de evitación en lugares o situaciones donde escapar puede resultar difícil (o embarazoso), o bien donde sea imposible encontrar ayuda en el caso de que aparezca en ese momento una crisis de angustia o síntomas similares a la angustia.
  • Fobia social: Se caracteriza por la presencia de ansiedad clínicamente significativa como respuesta a ciertas situaciones sociales o actuaciones en público del propio individuo, lo que suele dar lugar a comportamientos de evitación.

Trastorno por estrés post-traumático:

Se da en aquellos casos en los que se presentan secuelas psicológicas desagradables tras el impacto de un trauma emocional, una guerra, una violación, etc. Se caracteriza por los recuerdos persistentes del suceso traumático, un estado emocional con exaltada vigilancia y la reducción general de interés por los sucesos cotidianos.

Trastorno obsesivo-compulsivo (TOC):

Es un trastorno caracterizado por pensamientos persistentes, intrusivos y recurrentes que producen inquietud, temor o preocupación y, sobre todo por conductas repetitivas. Estas conductas, denominadas compulsiones, se realizan según determinadas reglas (rituales) y están dirigidas a reducir la ansiedad provocada por los pensamientos (obsesiones).

Esta ansiedad está asociada, en muchas ocasiones, a un pensamiento supersticioso, en el que el paciente cree que si no hace el ritual compulsivo algo malo puede sucederle a él o a sus seres queridos.

La conducta no es un fin en sí misma, sino que está diseñada para producir o evitar algún acontecimiento o situación futura, relacionados con la obsesión, por lo que su realización reduce la ansiedad.

La persona reconoce el carácter absurdo de sus pensamientos y conductas.

Por ejemplo: lavarse las manos cada poco rato, verificar varias veces las mismas cosas una y otra vez, ... Con la repetición de las conductas o rituales, se obtiene una reducción inmediata del malestar, aunque con ello se está reforzando la dinámica del trastorno.